septiembre 07, 2015

El algoritmo de la venganza

Gracias por el fuego.
 Por el fuego que evocaste en mí y probablemente jamás volverá a extinguirse.
Gracias por el muro.
 Por el muro que me ayudaste a construir de emergencia. 
Para flanquear mis puntos débiles y hacerme enterar que ibas a ser el último cabrón.
Gracias por la comida japonesa. 
Por el augurio anguila
 ¿es que acaso usaste jengibre encurtido para despertar al siguiente día y anular el sabor de mis besos?
Gracias por enviarme a casa de vuelta, dentro una caja de cartón, por mi obsequio de despedida.
Por ensuciar a King Crimson y a Paul Buchanan.
No puedo olvidar tu cara, tu encanto de media centuria. La forma que tienes. Tu cabello, tus ojos, tu lunar izquierdo, las ventanas abiertas en la que hicimos el amor, la forma en la que bloqueaste las salidas de emergencia para que mi corazón no pudiera salir hasta haberse ennegrecido lo suficiente/ hasta no haber ardido hasta satisfacerte
cuanto me admiraste, la caminata nostálgica en medio de la ciudad, lo que le dijiste a mamá sobre mí. ¿En serio? ¿mentías?
Pasaste media centuria ensayando este ataque. ¿Es que mi cabello y mis 24 años te recordaban a tu puta y loca ex-novia? ¿Tu lógica retorcida me hizo pagarte la factura que yo no debía?

Afuera hace frío. Aquí dentro de mí también.
Y sí, estoy pensando en ti
No guardes silencio cariño. No ahora.